Su nombre artístico es Mairim y no le pregunté su edad, pero se veía de unos 28 años. Ya había visto sus fotos desde varias semanas antes en la página de Zona Divas, que es mi principal proveedor de doncellas para los acostones de pago por evento.
Cuando digo puta lo hago de forma meramente descriptiva, pues así se les llama a las mujeres que se dedican al noble oficio de aliviar la tensión y realizar las fantasías de los varones a cambio de una contraprestación en efectivo.
Cuando digo puta lo hago de forma meramente descriptiva, pues así se les llama a las mujeres que se dedican al noble oficio de aliviar la tensión y realizar las fantasías de los varones a cambio de una contraprestación en efectivo.
El vocablo “puta” se ha cargado de connotaciones negativas y dados como somos en México a maquillar la realidad, se las llama sexo servidoras, como si cambiar la palabra pudiera cambiar los hechos.
Y Mairim es una putita sabrosona. Si no me acosté con ella antes fue porque nunca coincidimos y cuando la llamaba por teléfono o estaba apagado o me mandaba al buzón.
La llamé ya desde el hotel, a donde siempre llego equipado con mi computadora y un módem 3G para lo que se pueda ofrecer, y siempre se ofrece buscar una escort que es la forma chic de decir una puta de lujo a la puerta. Esta vez sí me contestó, con una voz algo ronca y me alegré al oír por el acento que era mexicana. Y es que en mi experiencia las mexicanas le echan más pasión al acto que las de fuera. Y esto por la sencilla razón de que las extranjeras vienen, por lo general, de paso, muchas de ellas acarreadas y con una libertad coartada mientras están en el país. No les interesa fundar una clientela estable y no se preocupan por satisfacer al consumidor, sino sólo por ganar dinero rápidamente. Como sea, yo he cogido más rico con las mexicanas que con las extranjeras, por lo general sudamericanas, salvo honrosas excepciones que ya relataré en otros post.
La tarifa normal de Mairim es de 2,500 pesos la hora, lo que incluye una chupada, caricias y sexo vaginal. Si se le pide, deja también que uno se la chupe a ella. Pero como era martes, resultó que los martes tiene promoción y el servicio completo sale en 2,000 pesos.
El caso es que tardó como 40 minutos en llegar, el doble de lo que prometió, lo que es bastante normal en esas lides. Para coger no hay que ir con prisa.
Ya en la habitación comprobé que en las fotos está mucho mejor que en la realidad. Casi todas las chicas se ven mejor en las fotos, que son hechas en estudio por profesionales y a veces están retocadas. Pero en unos casos la diferencia es mayor y éste era uno de ellos. Tampoco es que estuviera fea.
En otros tiempos en que era más mamón la hubiera hecho salir por dónde llegó, pagándole sus 200 pesos de taxi, pero me he ido volviendo más tolerante y he ganado con el cambio, porque cada vez disfruto más hacer el amor.
No se le veía el rostro en las fotos, lo que es común en las mexicanas que no quieren que sus familiares y amigos las reconozcan. También algunas extranjeras se cubren la cara, ya sea por pudor o porque piensan que un halo de misterio les traerá más clientes. Las menos son las que se cubren porque son feas. En este caso había un poco de lo primero y de lo último.
En lo que sigo siendo un mamón es en la vestimenta. Y la verdad es que Mairim no tenía precisamente buen gusto. Llevaba una minifalda de mezclilla y un top que en una chica más joven y voluptuosa se hubieran visto bien, pero que no iban con ella para nada. Claro que no le duraron mucho puestos, porque se metió al baño en seguida para ducharse y se cambió con una lencería que era más vulgar que sexy.
Pese a no lucir como en las fotos, no era fea y tenía un cuerpo agradable, delgado y bien proporcionado. Sus bubis eran chiquitas, 32-A o máximo B, pero estaban sabrosas. No tenía mucha pompa, pero tampoco era un trasero de tabula rasa.
Tras los saludos de rigor y los besos iniciales, con sabrosas mordiditas en los labios por parte de ella, entramos en materia y me la chupó yo de pie y ella en la cama, mientras la veía chuparla y en el espejo me veía a mi mientras me la chupaba.
Puedo decir sin temor a mentir que dominaba las artes de la charrería, pues era toda una experta en la manipulación de la reata. Luego me acosté y siguió la operación succión pero ya por partida doble, porque le propuse un 69 y ella aceptó. Digamos que si el 6 quedaba arriba, a mi me tocó ser el 9. No sé si fingía o gozaba, porque si gozaba era exagerada y si fingía tenía una sincronización perfecta entre sus espasmos y mis lengüetazos.
Me la chupó y lamió a pelo, o sea, sin condón. Luego me puso el preservativo al estilo clásico, con la lengua.
Primero se montó sobre mí dándome la espalda y se movió frenéticamente mientras se acariciaba los pechos, tal vez con la esperanza de que no resistiera y explotara rápidamente. No contó con que esa es mi posición favorita y puedo aguantar indefinidamente en ella mientras lo disfruto enormemente. Resultado: acabó por excitarse con tanta fricción y sudó un horror. Cuando se cansó de montarme se puso de perrito, que es mi otra postura preferida y siguió meneándose mientras se la metía y contemplaba todo en el espejo. Siguió cogiendo con fricción y arreculaba con frenesí mientras yo la embestía. En esta posición no aguanto tanto, así que su masaje con los esfínteres causó su efecto tras un rato y exploté, Como no perdí de inmediato la erección ella siguió moviéndose y succionándome con su vagina hasta que casi me arranca el condón. Afortunadamente permaneció en su lugar y me lo quité en cuanto salí.
Platicamos un rato, aunque menos que con otras divas. Se crió en Monterrey, aunque ya se le quitó el acento de la Sultana del Norte y habla como chilanga.
Diez minutos antes de que se cumpliera la hora pasó a bañarse de nuevo, se vistió y se despidió, amable, pero sin gracia. No creo que la vuelva a ver, ni siquiera en martes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario