martes, 28 de diciembre de 2010

Lulu Petite, placer con signo de admiración!!!

Lulu Petite es mi diva favorita, lo que es lo mismo que decir que es mi puta favorita. Pero ante todo es una mujer extraordinaria: guapa, cariñosa, sensual y, sobre todo, increíblemente inteligente.
Acabo de hacer el amor con ella y, una vez más, fue un agasajo. Siempre que hago algo busco hacerlo con la mayor plenitud amorosa y con Lulu es un estado que fluye con naturalidad, por eso el sexo con ella es mucho más: es erotismo.
La conocí hace más de tres años, a principios de 2008. Yo acababa de separarme por segunda vez y fue la primera ocasión en que hice el amor con otra mujer en varios lustros. Y tuve suerte que fuera con Lulu. En esa época su nombre de batalla era Gaby. Así aparecía en la página de Divas. Salía en la foto sentada de semi-perfil, mirando hacia el frente con la cara cubierta, lo que le daba un halo de misterio y pudor. Eso, y que parecía una muchacha de carne y hueso entre un mar de muñecas de prótesis me hicieron escogerla.
Gaby-Lulu tenía entonces 20 años y era dulce como una ciruela en su punto. Fue una experiencia tan placentera como tierna. La recuerdo, pequeña y frágil, con su cuerpo bien formado que resaltaba en su vestido gris ajustado. Tenía el cabello castaño, la piel aceitunada y una sonrisa preciosa.
Todo fue muy natural, cómo se desnudó, nos besamos y me la chupó sin afectaciones, con entrega y naturalidad. Me maravillé acariciando su piel suave y dulce al tacto. Luego ella me montó y se movió acompasadamente, como los latidos del corazón, emitiendo pequeños gemidos acompañados de estremecimientos. Así estuvimos un buen rato hasta que se cansó de moverse y temblar y cambiamos de posición. Le pedí que se acostara boca abajo y siguieron las sacudidas, profundas y pequeñas, con un cúmulo de sensaciones concentradas en poco espacio que fueron en ascenso hasta que estallé en fuegos de artificio. Desde aquí le doy las gracias por haberme recordado lo maravilloso que es el sexo cuando se combina con la ternura.
Desde entonces lo hemos hecho muchas veces y siempre ha ido a mejor, hasta alcanzar nuestro, por ahora, punto culminante hace tres semanas.
Esta vez fue casi tan buena como aquella. Ella llegó radiante, con un hermoso vestido negro de algodón, abombado y corto, con un generoso escote, sexy sin ser vulgar gracias a su corte y manufactura impecable. Su lencería como siempre era bonita y sensual. Se quitó el vestido y se acostó semidesnuda en la cama. Yo, que ya estaba sin ropa, me puse a su lado y estuvimos charlando mientras la veía y admiraba su cinturita, sus hombros frágiles y perfectos y sus bubis grandes, pero proporcionadas con su cuerpo. Me gustaba oírla y contestarle mientras anticipaba lo que venía, que fue un recorrido de sus labios por mi cuerpo, cubriéndome de besos y terminado en una rica chupada a la que yo correspondí con mi lengua sobre sus otros labios y su botón mágico. A diferencia de otras veces,  no se vino mientras la lamía, pero si pude sentir sus culazos esporádicos que coincidían con mis repasadas de lengua.
Uno de los recuerdos más gratos de mis encuentros con Lulú es la imagen de su culito por encima de mi nariz, redondo, suave y terso. Siempre muy limpio y de un olor sugerente y agradable. Me excita más esa visión que la sensación de que me la chupe. Y eso que la chupa maravillosamente bien, con entrega, como una niña que da cuenta de su caramelo favorito con entusiasmo. Sólo la unión de ambas sensaciones las supera por separado.
Otro grato recuerdo es la conversación. Con Lulú no nada más se trata de coger y se acabó, si te he visto no me acuerdo. No, a la agradable sensación del coito le sigue la placentera emoción de la charla. Y es que es una gran conversadora, una mujer culta, inquieta y lista. Hemos platicado de todo, siempre con interés mutuo y entusiasmo. Nos hemos terapeado el uno al otro, contado nuestras cuitas e ilusiones. Recuerdo cuando me pidió consejo sobre la idea de publicar una columna en el periódico El Gráfico. Ahí descubrí una faceta más de su talento: la de escritora. Escribe y lo hace muy bien, con un estilo fluido, espontáneo y jocoso. Simultáneamente supe que publica un blog en el que escribe toda suerte de reflexiones, algunas muy sabias y otras más desenfadadas. Se los recomiendo.
Yo no sé qué seré para ella, pero para mí es una buena amiga a la que estimo, me cae bien, me gusta y la admiro.


Si quieren ver más fotos de ella hagan clic en este enlace.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Fraude navideño de Photoshop

¿Qué tan difícil es coger un 25 de diciembre? No es imposible, si lo que se busca es una extranjera. Las mexicanas tienen familia y van al recalentado de Navidad. Así me pasó con Annia (a quien por cierto aún no le dedico un muy merecido post) y con mi favorita, Lulú Petite. Pensé que lo mismo me iba a pasar con otras divas nacionales, así que decidí llamar a quien se estaba promocionando en la página, que resultó ser Gigi Love, una pelirroja de 1.65 m. de estatura y acento sudamericano. Sin embargo, quien llegó al hotel de Patriotismo donde quedamos de vernos fue una argentina rubia (teñida), que no se parecía a la de la foto.
Lo primero que se me ocurrió es que había caído en el viejo truco de una agencia que da gato por liebre, pero no, el fraude estaba en los retoques que le aplicó el fotógrafo que la retrató en México y por el que la agencia (porque finalmente sí la había) le cobró en 500 dólares. ¡Madre bendita!, la convirtió en otra mujer.
Ella misma se consideraba víctima del engaño del Photoshop. En algunas fotos donde sale vestida de Santa Claus nudista, sí se parece a ella. Con todo respeto, está mejor la invención del fotógrafo que la realidad.
Dada la fecha y la hora la cosa no estaba para regresarla en taxi, porque conseguir quien la reemplazara no iba a ser cosa fácil, así que me resigné.
Usaba un perfume de puta barata (pese a que cobraba caro) que no contribuía a crear una ambiente de erotismo y que para colmo se me impregnó en la ropa.
Nos desnudamos y ella me práctico una ablución con toallitas desinfectantes en el pene y en la zona del pubis. Parecía que estaba limpiando un pollo recién desplumando. Me la chupó sin pasión, mecánicamente, pero con todo se me puso dura. Luego de una mamada meramente de trámite me montó sin convicción durante apenas un minuto transcurrido el cual me pidió que lo hiciéramos de perrito. A ese punto yo lo que quería era terminar y pasar a otra cosa, así que más que de perrito me la cogí como a una perra mientras ella balbuceaba en pésimo inglés frases que se aprendió en las películas pornográficas.
Como yo ya no era más que una bestia fornicadora cuyo único interés era derramarse en esa perra que ladraba en el idioma de Shakespeare, no me afectó gran cosa. Si hubiera querido glamour ahí mismo se me desinfla y se acaba todo. Afortunadamente me convertí en un animal que echaba espuma por la boca y sin más trámite me vine moviéndola como si fuera una muñeca inflable. La compensación que me permitió llegar hasta ahí fue verle el rostro, en el que se reflejaban sus 23 años.
Una vez terminado me eché a un lado con la espada hacia arriba que seguía rígida y así se mantuvo por un tiempo, pues había sido una guerra de mentiritas y no una batalla sexual en toda regla. Gigi (qué ridículo suena) pensó que yo no había terminado, al ver aquello aún enhiesto, pero por desgracia si terminé, como perro insatisfecho tras un rapidín callejero.
Luego nos quedamos platicando un buen rato y, paradójicamente, fue la mejor parte de todas. La chica no tiene gracia para hacer el amor, pero es buena conversadora. Me contó toda su vida reciente: por qué se fue de Argentina (es cordobesa) y cómo llegó a México. A todo el mundo de su familia y amigos les dice que está en Venezuela, pues México tiene fama de ser un país en donde las sudamericanas vienen a prostituirse.
La verdad no me puedo quejar, porque de no haber sido con ella no me toca recalentada navideña aunque hubiera sido fría, como fue.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Martes de promoción con la maestra de la reata


Me acabo de coger a una puta. Estuvo rico. Escribo esto en un hotel de la avenida Patriotismo, en la Ciudad de México mientras el dulce cansancio post coitum me invade.
Su nombre artístico es Mairim y no le pregunté su edad, pero se veía de unos 28 años. Ya había visto sus fotos desde varias semanas antes en la página de Zona Divas, que es mi principal proveedor de doncellas para los acostones de pago por evento.
Cuando digo puta lo hago de forma meramente descriptiva, pues así se les llama a las mujeres que se dedican al noble oficio de aliviar la tensión y realizar las fantasías de los varones a cambio de una contraprestación en efectivo.
El vocablo “puta” se ha cargado de connotaciones negativas y dados como somos en México a maquillar la realidad, se las llama sexo servidoras, como si cambiar la palabra pudiera cambiar los hechos.
Putas son, pues, sin que esto entrañe juicios ni a favor ni  en contra.
Y Mairim es una putita sabrosona. Si no me acosté con ella antes fue porque nunca coincidimos y cuando la llamaba por teléfono o estaba apagado o me mandaba al buzón.
La llamé ya desde el hotel, a donde siempre llego equipado con mi computadora y un módem 3G para lo que se pueda ofrecer, y siempre se ofrece buscar una escort que es la forma chic de decir una puta de lujo a la puerta. Esta vez sí me contestó, con una voz algo ronca y me alegré al oír por el acento que era mexicana. Y es que en mi experiencia las mexicanas le echan más pasión al acto que las de fuera. Y esto por la sencilla razón de que las extranjeras vienen, por lo general, de paso, muchas de ellas acarreadas y con una libertad coartada mientras están en el país. No les interesa fundar una clientela estable y no se preocupan por satisfacer al consumidor, sino sólo por ganar dinero rápidamente. Como sea, yo he cogido más rico con las mexicanas que con las extranjeras, por lo general sudamericanas, salvo honrosas excepciones que ya relataré en otros post.
La tarifa normal de Mairim es de 2,500 pesos la hora, lo que incluye una chupada, caricias y sexo vaginal. Si se le pide, deja también que uno se la chupe a ella. Pero como era martes, resultó que los martes tiene promoción y el servicio completo sale en 2,000 pesos.
El caso es que tardó como 40 minutos en llegar, el doble de lo que prometió, lo que es bastante normal en esas lides. Para coger no hay que ir con prisa.
Ya en la habitación comprobé que en las fotos está mucho mejor que en la realidad. Casi todas las chicas se ven mejor en las fotos, que son hechas en estudio por profesionales y a veces están retocadas. Pero en unos casos la diferencia es mayor y éste era uno de ellos. Tampoco es que estuviera fea.
En otros tiempos en que era más mamón la hubiera hecho salir por dónde llegó, pagándole sus 200 pesos de taxi, pero me he ido volviendo más tolerante y he ganado con el cambio, porque cada vez disfruto más hacer el amor.
No se le veía el rostro en las fotos, lo que es común en las mexicanas que no quieren que sus familiares y amigos las reconozcan. También algunas extranjeras se cubren la cara, ya sea por pudor o porque piensan que un halo de misterio les traerá más clientes. Las menos son las que se cubren porque son feas. En este caso había un poco de lo primero y de lo último.
En lo que sigo siendo un mamón es en la vestimenta. Y la verdad es que Mairim no tenía precisamente buen gusto. Llevaba una minifalda de mezclilla y un top que en una chica más joven y voluptuosa se hubieran visto bien, pero que no iban con ella para nada. Claro que no le duraron mucho puestos, porque se metió al baño en seguida para ducharse y se cambió con una lencería que era más vulgar que sexy.
Pese a no lucir como en las fotos, no era fea y tenía un cuerpo agradable, delgado y bien proporcionado. Sus bubis eran chiquitas, 32-A o máximo B, pero estaban sabrosas. No tenía mucha pompa, pero tampoco era un trasero de tabula rasa.
Tras los saludos de rigor y los besos iniciales, con sabrosas mordiditas en los labios por parte de ella, entramos en materia y me la chupó yo de pie y ella en la cama, mientras la veía chuparla y en el espejo me veía a mi mientras me la chupaba.
Puedo decir sin temor a mentir que dominaba las artes de la charrería, pues era toda una experta en la manipulación de la reata. Luego me acosté y siguió la operación succión pero ya por partida doble, porque le propuse un 69 y ella aceptó. Digamos que si el 6 quedaba arriba, a mi me tocó ser el 9. No sé si fingía o gozaba, porque si gozaba era exagerada y si fingía tenía una sincronización perfecta entre sus espasmos y mis lengüetazos.
Me la chupó y lamió a pelo, o sea, sin condón. Luego me puso el preservativo al estilo clásico, con la lengua.
Primero se montó sobre mí dándome la espalda y se movió frenéticamente mientras se acariciaba los pechos, tal vez con la esperanza de que no resistiera y explotara rápidamente. No contó con que esa es mi posición favorita y puedo aguantar indefinidamente en ella mientras lo disfruto enormemente. Resultado: acabó por excitarse con tanta fricción y sudó un horror.  Cuando se cansó de montarme se puso de perrito, que es mi otra postura preferida y siguió meneándose mientras se la metía y contemplaba todo en el espejo. Siguió cogiendo con fricción y arreculaba con frenesí mientras yo la embestía. En esta posición no aguanto tanto, así que su masaje con los esfínteres causó su efecto tras un rato y exploté, Como no perdí de inmediato la erección ella siguió moviéndose y succionándome con su vagina hasta que casi me arranca el condón. Afortunadamente permaneció en su lugar y me lo quité en cuanto salí.
Platicamos un rato, aunque menos que con otras divas. Se crió en Monterrey, aunque ya se le quitó el acento de la Sultana del Norte y habla como chilanga.
Diez minutos antes de que se cumpliera la hora pasó a bañarse de nuevo, se vistió y se despidió, amable, pero sin gracia. No creo que la vuelva a ver, ni siquiera en martes.