martes, 18 de octubre de 2011

Annia la hermosa niña


Con Annia me paso al revés que con las demás Divas conocidas hasta ahora: era mucho más bonita que lo que se podía adivinar en sus fotos.
La primera vez que la vi llevaba blue jeans ajustados, botines negros y una chamarra de cuero que al quitársela dejaba adivinar, bajo la sugerente camiseta, unos bonitos pechos. Su piel blanca contrastaba con el cabello castaño oscuro, casi negro, tanto como su apariencia de niña lo hacía con su voz grave, decidida, como de la Doña (María Félix), con quien también compartía la forma del arco de sus cejas. Bajo esas cejas oscuras resaltaban, luminosos, unos ojos claros que no supe si eran azules o verdes. Tenía la nariz respingada y los labios carnosos, frutales y rojos. Sus orejas, pequeñas, eran las dos asas de un delicado jarrón chino, que culminaban en simetría la perfección del rostro. Tenía 25 años, pero parecía de 20.
La verdad es que la llamé sin siquiera saber a quién llamaba. Estaba desesperado en un hotel de la avenida Patriotismo porque primero me habían dejado plantado y luego me mandaron gata por liebre. En ese entonces no llevaba mi computadora y mi celular, un Nokia N93, tenía un sistema muy rudimentario de navegación que a duras penas me permitía abrir la página y los datos de las chicas. Así que la escogí al azar y me saqué la lotería.
De pronto me estaba besando con una niña bien que podría perfectamente haber llegado desde su casa en Lomas de Virreyes hasta el hotel escoltada por su chofer.
Annia no era una mujer sensual, pero sí una chica muy sexual. Casi sin preliminares pasamos al acto que inició y terminó sin protocolos ni formalismos, como quien sacia un apetito, pero comiéndose un manjar.
Totalmente desinhibida, se desnudaba como si tal cosa y orinaba con la puerta abierta. Su falta de pudor, por ser natural, resultaba encantadora. Y más por el contraste con su cara de niña bien.
Las primeras veces que hicimos el amor pensé que era un tanto fingida, pero con el tiempo me di cuenta de que su forma de gozar era tan deliciosamente impúdica como cuando iba al baño y, de tan directa, parecía falsa, pero no, así era ella: una fruta que se despoja de la piel y se ofrece sencillamente, sin mayor misterio.
Siempre lo chupaba con el preservativo puesto, pero antes de ponérmelo me lamía los huevos, esos sí al natural, y con la mano ensalivada me masturbaba suavemente, con maestría.
Desgraciadamente un día desapareció de la página de Divas, así, sin decir adiós. Recuerdo su manera de masturbarme, de chupármela viéndome a los ojos con su cara de niña y sus ojos de santa, su cuerpo compacto y firme de piel blanca, su melena oscura, el contorno apenas perceptible de vello púbico negro que rodeaba su vulva rosada, su manera de moverse arriba de mí, sus gritos naturales que parecían afectados, pero simplemente eran impúdicos.
Dije en otro momento que mi Diva favorita era Lulú, pero debo rectificar. Annia era mi consentida.
Y hecha esta confesión me despido. Este blog se cierra para siempre guardando el grato recuerdo de Annia, la hermosa niña.

viernes, 14 de enero de 2011

Sheryl, enérgica surfeada

Me vieron la cara como si fuera el Día de los Inocentes. Todo porque decidí llamar, para variar un poco, a una escort que no fuera de Zona Divas y así me fue.
La elegida fue Mariela, del portal Sexy Servidoras. La chica era linda en las fotos y no dudo que en la realidad también, pero quien llegó ni era ella ni estaba bonita. Vamos a los datos duros: en lugar de una chica joven (como la de la foto de la derecha), de 1.68 m y cabello castaño claro, llegó una señora de unos 40 años, rubia y de poco más de 1.60 m. La mandó una agencia de las que explotan a las putas y engañan a los clientes.
Así que después de hacerme esperar una hora y media le tuve que dar $200 del taxi y regresarla por donde llegó.
Retorné a mis Divas, donde la mayoría de las chicas trabajan por su cuenta y sí son las de la foto. Decidí probar con Sheryl, quien ya por el teléfono me previno que se había teñido el cabello de rubio, en lugar de pelirrojo, como salía en las fotos (ver la de la izquierda). Llegó como media hora más tarde y tuve que pagar otros $200 por la "persona extra" en la habitación.
No sé si era la misma chica de la foto, pero en cualquier caso era una mujer joven (22 años) alta y con un cuerpo estupendo, así que la acepté sin dudarlo. Era paraguaya, tenía los ojos negros y la piel mate.
Tras casi dos horas de espera (por eso escribo tanto en los hoteles) y las frustraciones añadidas, el ánimo había decaído considerablemente, pero la paraguaya de cuerpo estupendo resultó una mujer tenaz e increíblemente energética que me regaló la mejor mamada que he recibido en mi vida hecha sólo con la boca (aclaro: sin usar las manos) y me reanimó completamente. Además fue una chupada como quien cabalga a pelo, o sea, sin condón.
Resulta que como buena energética practica el surf desde hace seis años, además de otros deportes de riesgo como el paracaidismo y el rappel. Y toda esa energía la aplica a todo lo que hace, no sólo con la boca, sino con todo el cuerpo. Así, me montó y me estuvo cabalgando con tesón y ritmo incansables sin que yo literalmente hiciera nada. Como ya he comentado en otros post, ésta es mi posición favorita y no es nada fácil que termine en ella, pero esta mujer, a diferencia de todas las otras con las que me he acostado en años recientes, no se daba por vencida, acostumbrada a lidiar con las fuerzas de la naturaleza, y así siguió, dale y duro, con ritmo acompasado hasta que lo consiguió sin que yo moviera ni un pelo. ¡Oh dios! ¡Qué delicia!
Me cogió ella a mí con todas las de la ley y yo la dejé hacer muy complacido. Olvidé el mal rato pasado con la impostora y todo fue felicidad.
Luego nos quedamos platicando y ahí fue que me enteré que era de asunción, capital de Paraguay, y que había viajado mucho por América Latina y conocía bien Chile, Argentina y Brasil, además, claro está, de México a dónde llegó hace dos meses pero ya visitó Cancún, Los Cabos y, como no, la meca mexicana de los surfistas: Puerto Escondido.
También supe que le gustó nuestro país y piensa quedarse un tiempo por acá. Por cierto, que le gusta tener clientes fijos, más que coger con desconocidos. Seguro que yo me incluiré entre sus marchantes, pues me gustó sentirme como tabla de surf montada por una amazona, desafiando juntos un Océano del placer.

viernes, 7 de enero de 2011

Rousse McAlen, hermosa niña fría

Hice el amor con Rousse McAllen dos veces antes de que se regresara a Venezuela. La primera vez fue muy rápida, a la hora de la comida. Desde que vi sus fotos en la página de Zona Divas me emperré en conocerla, así que por eso traicioné mi lema que dice “nunca cojas con prisa”. Lo hicimos a la hora de la comida y me supo a poco.
Lo cierto es que, para variar, en las fotos se veía más linda, tal vez porque estaba súper arreglada y en una escenografía especial para la ocasión. A mi cuarto de hotel llegó más naturalita, con sweater y blue jeans, como una universitaria o, mejor aún, una preparatoriana a punto de graduarse. Me hubiera gustado verla vestida de colegiala o como devoradora de hombres, perversa, tal y como sale en las fotos. Pero aún así, estaba preciosa.
Lo malo fue el tiempo, a lo que se sumó, todo hay que decirlo, la poca disposición de la chica. Así, pasó directamente de un leve faje y cachondeo, una vez desnudos, a montarse arriba de mi sin pasar por el ritual sacrosanto de la chupada. ¡Una chupada en un acostón de pago por evento equivale a la consagración litúrgica!
No le dije nada porque la maldita prisa me estaba empujando y estaba concentrado en llegar a mi clímax sin mayor trámite, así que dejé que me cabalgara mientras yo apreciaba sus divinas y diminutas bubis. Tengo que confesar que a mí me enloquecen las tetas copa B y, si me apuran, hasta copa A, cuando están bien formadas, frescas y divinas, como era el caso de Rousse. Así, apresurado, me vine con ella arriba, cosa rarísima en mi caso.
Terminado el rápido jaloneo, me lo lavé y lo guardé y quedó como si nada hubiera pasado. Salí corriendo a mi cita con una hermosa joven con la que escribía un blog de contenido muy distinto a éste. Para eso, Rousse ya se había ido, rauda y veloz, olvidando un anillo y una pulsera de coral, que yo, como buen príncipe de pacotilla, guardé en mi maletín que siempre me acompaña en las lides de lucha cuerpo a cuerpo.
Así, las cosas, me quedé con las ganas de un segundo round, pues esta linda venezolana, todo lo que tenía de bonita lo cargaba también de fría. Ahí comprobé una vez más mi doble teoría de que las putas mexicanas lo hacen con más pasión que las extranjeras y de que una cara oculta suele esconder una cogida más sabrosa que una descubierta. No es fetichismo, es la experiencia.
El caso es que una tarde en que mi diva favorita estaba en una de sus múltiples giras fornicadoras por la república mexicana, repartiendo su amor carnal entre tanto menesteroso de sexo como hay en este cuerno de la abundancia, volví a llamar a Rousse desde algún hotel en la avenida Patriotismo de la Ciudad de México, para sacarme la espina del rapidín de la primera vez.
Esta vez no había prisa y ella llegó pronto, con un look parecido al de la vez anterior, nada glamouroso, como si simplemente cambiara de salón de clase en la escuela, en lugar de entrar a la habitación de un hotel para acostarse con un señor que le doblaba la edad, que por cierto es de 24 años, aunque parece de 17.
Se puso muy contenta cuando saqué de mi maletín de doctor-mago su pulsera y anillo que ella ya había dado por perdidos. Eso creó, definitivamente, un ambiente mucho mejor que la vez anterior.
Abordé la situación de manera muy diferente, ya sin tener que correr y decidí disfrutar de su aspecto de muñequita quinceañera de revista de modas. Así que comencé a besarla y acariciarla sin desesperada lujuria, pero sí con cachonda ternura. Ella se dejaba hacer esquivando amablemente los besos. Nos quitamos la ropa despacio y ahora sí me la chupó como debe ser, aunque tampoco fue una mamada del otro mundo, empezando porque lo hizo con el condón ya puesto. Hay otras divas que me lo chupan primero a pelo y luego ya equipan a mi otro yo con su traje de buzo, para que se sumerja en sus profundidades. Rousse no.
Se puso arriba de mí y me cabalgó hasta que se cansó de golpear su grupa contra mi miembro. Yo estaba encantado y sin ningún afán por terminar. Ella se esmeraba en hacerme venir, pero como ya he dicho ésta es mi posición favorita y puedo durar largo rato en ella, así que lo único que consiguió fue intensificar mi placer. ¡Bendita doncella!
Cuando ya estaba sudada vino la inevitable petición “¿cambiamos de posición?”. Yo hubiera podido seguir así la noche entera, pero la amazona estaba más fatigada que la montura y nos pusimos de perrito.
Pese a su manera de ser fría, tenía una manera de voltear a verme, con su cuerpo largo, mientras la penetraba desde atrás de forma tal que me hacía ver que estaba contemplando como la penetraba, mientras era consciente de ser penetrada. Este desdoblamiento de la conciencia fornicadora que se percibe a sí misma mirándose copular con otro cuerpo me excitó muchísimo, así que la segunda vez que lo hizo me descargué dentro de ella.
A diferencia de la primera vez, nos quedamos platicando un buen rato en la cama. No me contó mucho sobre sí misma, pero sí de su situación. Supe que vino contratada por una agencia durante una temporada y que tenía los movimientos muy restringidos, pues no la dejaban salir de la casa donde se alojaba con otras putas más que para ir a atender a un cliente. Contaba los días para regresar a su país y estaba harta del frío que estaba haciendo a principios de noviembre en el Distrito Federal.
Amenazó con volver en primavera, ya como puta autónoma e independiente, como persona física (nunca mejor dicho) con actividad empresarial, siendo su ámbito de desempeño las sábanas de un hotel de paso, de preferencia en la avenida Patriotismo.
También dijo que se operaría las bubis, lo que me parece una lástima, pues las que tiene, así chiquitas y hermosas, van perfecto con su cara de niña.